Crisis Vs Oportunidad
En nuestro gran y pequeño mundo hay todo tipo de personas, cada una de ellas única y con un reto de vida particular, a veces las personas nacen con todas las oportunidades posibles y aun así se sienten vacías, otras luchan aún desde el momento de nacer por un espacio en la sociedad, por seguir su destino o propósito, pese a tantas calamidades y dificultades.
Este es el caso de mi pequeño hijo Leander, "El hombre León", el cual a sus cortos años de vida ha conseguido mover e impactar la vida de aquellos que lo conocen, moviéndolos a sentir admiración por la fortaleza que ha tenido y, al mismo tiempo, tocando sus corazones en bendición. Leander nació con una malformación que le llevó a tener una colostomía. Ya desde ese momento fue un reto grande que dio un giro de 360º a mi vida. Todo plan y proyecto que tenía pensado, tuvo que adaptarse a su situación y necesidades específicas de él. Después de siete años de estudios y sueños por ejercer mi carrera y hacer un postgrado clínico, tuve que reajustar mi forma de trabajo y alternarlo con el cuidado de mi niño.
Así fue como surgió la maravillosa oportunidad de estudiar terapia cognitivo conductual en mi país, luego terminé una especialización en asesoramiento clínico de pareja y empecé a sonar con mi propio consultorio, en el cual ayudaría a tantas personas a recuperar su paz mental. Sin embargo, trabajar y atender a Leander no era una tarea fácil, no era como que pudiera encontrar una niñera y salir a trabajar. Solamente confiaba en su papá o mi mamá para quedarse con él unas horas. Toda persona ostomizada sabe que tiene un gran reto: mantener su piel íntegra y no infectar su ostomía. En un niño pequeño, esto representaba dedicación constante, inclusive mientras dormía. Recuerdo que los dos primeros años de su vida, no pude dormir bien. Aún hoy en día, debo despertar a las tres de la mañana para revisarlo.
Aparte de todo este escenario retador, me encontraba viviendo, literalmente, el apocalipsis venezolano, el cual comenzó a partir del año 2014 o 2015. Sé que en la memoria de todo venezolano está tatuado el año 2016, un año nefasto para el país, con un colapso en todos los aspectos de la sociedad. Hay muchas vivencias de escasez, de hambre, de incertidumbre y desesperanza. Miles abandonaron el país desesperados (aún lo siguen haciendo), para mí fue, como si mi peor pesadilla se hiciera realidad. Creo que tengo tanta anécdota que pudiera escribir un libro, solo de ese año en particular.
Para el año 2018 logré huir con Leander y su Padre a Colombia, dejando atrás con mucho dolor a mis hijos mayores y a mi madre. Tuve que sacar a Leander de un pais que no tenía ninguna garantía de sobrevivencia para su condición especial. Así fue como llegue a Colombia, país maravilloso, con gente cálida e increíble, pero que en los inicios de la crisis migratoria venezolana, no contaba con las políticas para afrontar el tsunami que les llegó del vecino país. estuve en Colombia aproximadamente tres años, durante los cuales se inició un camino para la primera cirugía de Leander, se le realizaron algunos estudios, sin embargo, pasado ese tiempo la situación en nuestro país había mejorado, relativamente, y decidimos volver al hogar.
Una de las primeras cosas que hicimos al llegar, fue encaminar a nuestro hijo, para que por fin, se le pudiera realizar, la tan anhelada cirugía que le permitiría, tener una vida más normal, aun el país tenía y sigue teniendo, mucho déficit a nivel de salud, sin embargo, nos propusimos resolver el asunto que por tanto tiempo nos tenía pendiente abordar. Consultando con varios colegas, nos recomendaron a una cirujana pediatra, la cual tomó el caso. Sin embargo, el destino nuevamente nos giró la rueda y la tan esperada cirugía, dio un resultado totalmente inesperado: un traumatismo de uretra en quirófano. (aún en estudio) incapacitó aún más a mi hermoso niño.
Recuerdo que, en ese tiempo, fue como que una segunda nube de oscuridad cegara mi vida, y toda la lucha de años, por la salud de mi hijo y por mi familia, se derrumbó en unas horas. No olvido, despertar de las pocas horas de sueño que conseguía tener y ver a mi hijo con una sonda, me parecía vivir en una pesadilla. No solo sufrí yo, mi hijo sufrió aún más que yo. No conforme por con eso, y simultáneamente, a mi madre, que era uno de mis puntos de apoyo, le diagnostican una lesión cancerígena de mamá. Parecía que había un terremoto en mi vida. Lo más doloroso de todo ese tiempo fue ver, cómo personas que eran tan íntimas, salieron huyendo, buscando egoístas alicientes ante tan nefasta situación.
Sin embargo, cuando me veía más que sola, y a mi lado tenía solo a mis hijos, mirando con angustia y terror aquel desesperanzador escenario, surgió una luz en medio de esa tormenta. Una mujer de gran corazón miró mi angustia y sintió pena por mi hijo. Fue cuando Dios extiende su mano y nos saca súbitamente de Venezuela, esta vez con un nuevo rumbo, Brasil, el gigante del sur. Y ciertamente fue al sur que nos dirigimos, atravesamos vía terrestre desde Barcelona hasta Santa Elene de Guairen, frontera con el estado de Roraima Brasil. Creo que cuando Dios interviene en tu vida, te da esa fuerza y esa convicción que necesitas para moverte, para tomar acción a cualquier situación que estés pasando.
Esa oportunidad que se abrió para la vida de mi hijo, le permitió deshacerse de esa sonda que le causaba tanto dolor, luego de un procedimiento inicial realizado en el hospital infantil de Florianópolis, mi hijo luego de años pudo ir a la escuela, jugar con otros niños, dormir más tranquilo y sonreír. Mis hijos mayores aprendieron un nuevo idioma, hicieron nuevas amistades y ven con más esperanza él por venir.
Y por mi parte, luego de todas las perdidas y cosas que deje atrás, por la salud de mi hijo, aprendí que el amor es la fuerza más grande que hay en el mundo, aprendí que a veces podemos recibir más de personas extrañas que de los tuyos, y que a pesar de las tormentas hay salida y una oportunidad de volver a empezar, de salir adelante, de reescribir la historia. Mis sueños de atender y ayudar a mis pacientes aún no ha culminado, solo cambio de ubicación geográfica, y creo que para mejor, después de todo, el hogar, es aquel lugar lleno de tu esencia y de tu calidez, eso que haces tuyo, con tus tradiciones y costumbres.
Hoy se sientan en mi mesa, aquellos que tuvieron el valor de decir:, yo estoy contigo y dejaron amistades, un techo seguro y esa patria que los vio nacer, llena de las cosas conocidas y los recuerdos.
Cuando pasamos por una crisis y manejamos sentimientos de tanta incertidumbre, temor o tristeza, no logramos ver, los rayos del sol que se esconden detrás, de todo el ruido de la situación. Necesitamos tomar aire, meditar, mirar, qué es lo que es realmente valioso en nuestra vida, qué es lo que nos está mostrando esa crisis... porque la vida, pasa tan rápido y a veces no le damos valor a lo que realmente importa. Creemos que la gente siempre estará ahí, creemos que siempre abra una oportunidad y no vemos que la paz, estar con tu familia y la tranquilidad de saber, que hiciste tu trabajo, eso no tiene precio.
Esta experiencia me enseñó que las crisis son momentos claves para reinventarnos, para sacar nuestra creatividad y tomar una dirección diferente. Solo tenemos que abrir nuestra mente a las infinitas posibilidades que tenemos, ser capaces de salir de la zona de confort, esa zona en donde todos los días es la misma cosa. Ahora pasé lo que pasé en mi vida, y con mi hijo, que aún le queda mucho trecho por andar, puedo tener la tranquilidad de saber que aposté a la vida, a un cambio y que los problemas siempre van a estar, pero somos lo suficientemente inteligentes para enfrentarlos.
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